jueves, 29 de enero de 2009

TU ARRIBO


La última visita al ginecólogo había sido determinante: te doy una semana más, si no cambia tu diagnóstico debemos operarte.
Yo no quería, te confieso que mucho era por el miedo a la maldita inyección llamada ráquea y otro tanto por mis inseguridades.
El 23 de mayo de 2008 ahí me tenías, acompañada de tu abuela coco y tu ansioso padre en la sala de espera del carnicero con estudios de medicina, yo (diría tu bisabuela) con el jesús en la boca y ellos con la alegría de saber que cada vez estabas más cerca de llegar.
Una vez adentro, se había confirmado que debías salir de inmediato e inmediato era al día siguiente. Pues apechugarle angeliquita me dije, mientras tu papá esbozaba una gran sonrisa.
En toda la noche, No dormí, No pude pensar, No lloré, No, no, no gritaba mi emoción (y mientras tanto avisé a todo quien pude, al igual que tu padre, que ya ibas a nacer).
Me levanté muy temprano, agarré mi maletita, y nos fuimos al hospital (luis, tu abuelita coco y tu abue bufi and me).
Más que clínica, donde naciste parecía hotel: un cuarto con todos los servicios y su propia sala de espera.
Pues ni para arrepentirse... me puse mi bata correspondiente y medí la comodidad de la cama donde iba a pasar la noche, después de que me abrieran como res.
La hora llegó y con ella el camillero que me llevaría al juicio final... que más bien me llevó a una sala donde sólo tu y yo esperaríamos acostaditas a que el quirófano estuviera listo.
Tenía frío, tenía miedo y me imagino que tu también y por eso no dejé de hablarte y acariciarte, eso me hacía sentir mejor.
Luego de media hora nos trasladaron para porfin conocernos cara a cara. Adentro estaba tu papá, quién tomaría tus primeras fotos.
El anestesiólogo me dijo que introduciría la más horrible cosa que haya visto jamás; sentí frío y luego nada. Pregunté si sólo bastaba con una inyección y rieron: pero si ya te estamos cortando.
Claro, yo no podía ver nada porque ya habían puesto una especie de cortina que me impedía ver la masacre.
Cuando oí tu llanto no pude contenerme más y lloré. Te ví y lloré más. Aún te veo y lloro... no puedo creer que seas parte de mi vida...